Las Aventuras de Superman

By George Lowther

Capítulo 1

La advertencia de Jor-el


ADVERTENCIA DE CONDENA

EL GRAN HALL del magnífico Templo de la Sabiduría de Krypton, era una llamarada de luz. Incontables candelabros colgantes del más puro cristal, reflejaban miriadas de luces dentro de una cúpula de vidrio, haciéndose añicos en un millón de fragmentos que caían deslumbrantes sobre el Gran Hall.

Debajo de la brillante cúpula, el Consejo de los Cien esperaba. Ataviados con togas azules y escarlatas, parecían impacientes ante la llegada de Jor-el, famoso científico de Krypton. Habían sido convocados a lo largo y ancho del planeta para escuchar el mensaje que Jor-el tenía que dar. El contenido del mensaje lo desconocían, lo único que sabían es que cuando Jor-el hablaba todo el mundo le escuchaba.

Ahora esperaban intrigados por la naturaleza del mensaje de Jor-el. Rara vez dejaba el brillante y joven científico las misteriosas regiones de su laboratorio. Cualquier cosa que tuviera que comunicar esa noche, sabían que sería de gran importancia para Krypton y sus habitantes.

Hubo un sobresalto repentino y un murmullo de voces, se dejó oír con eco en el Gran Hall.

Por fin, había llegado Jor-el.

Todos los ojos se concentraron en la alta y delgada figura que se adelantaba sobre la alzada plataforma y que estrechó la mano de Ro-zan, persona de barba blanca y líder supremo del Consejo. Enseguida hubo unos cuantos que se dieron cuenta de que el agradable semblante de Jor-el estaba tenso y demacrado. Algo iba mal. El Consejo de los Cien esperaba en silencioso suspense.

Con cierta fatiga, el joven científico se volvió hacia los allí reunidos. De pie, con sus vestiduras amarillo y púrpura, suspiró profundamente. Hubo un momento de pausa y entonces su voz llenó el Gran Hall.

"¡Krypton está condenado!"

Si un rayo hubiese caído en ese momento en la cúpula de cristal del Templo, no habría producido un mayor sobresalto.

Ro-zan dio unos golpes llamando al orden, a la vez que el murmullo de voces provocado por las sorprendentes palabras de Jor-el, disminuía. El silencio reinaba cuando los dos hombres, uno de más edad y líder supremo del Consejo y otro, el más famoso científico de Krypton, se miraron cara a cara. El rostro afable de Ro-zan era inflexible esforzándose en mantener firme su voz.

"Continua, Jor-el".

Jor-el asintió con la cabeza y de nuevo se enfrentó a su audiencia. Ahora habló despacio, cuidadosamente y escogiendo sus palabras.

"¡Miembros del Consejo, repito, Krypton está condenado!"

La asamblea empezó con una ola de protestas, pero Jor-el la silenció levantando la mano. La amplia manga amarilla del vestido que llevaba, caía de su brazo levantado mostrando desolación en el gesto y acentuando sus huesudos dedos. Tanto si los miembros del Consejo le creían como si no, podían ver claramente como las largas semanas de duro trabajo habían envejecido a este hombre. Por eso le escucharon respetuosamente cuando siguió hablando.

"Ojalá pudiera traeros buenas noticias, pero no puedo. Semana tras semana, con pequeñas pausas para comer y dormir, he estado trabajando en mi laboratorio, intentando comprender las señales del espacio exterior. Vosotros, amigos míos, durante los pasados meses habéis visto las repentinas lluvias de estrellas que han caído sobre nuestro planeta. Cometas de gran magnitud han surgido de la nada, girando peligrosamente cerca de Krypton. No hace muchas semanas, una monstruosa ola se alzó del mar, bramando hacia nuestra ciudad. La buena fortuna estuvo esta vez de nuestra parte y la ola se deshizo antes de llegar a nuestras costas. Fue entonces cuando me di cuenta por primera vez que debía de haber algo extraño y me puse a buscar el significado de estos fenómenos. Ahora ya lo he descubierto. Krypton está condenado a la destrucción".

De nuevo, un murmullo de protesta se alzó de entre los hombres del Consejo y de nuevo Ro-zan se vio obligado a llamar al orden. Cuando la calma se restableció, dijo: "Jor-el, ¿cómo explicas esto?".

El joven científico hizo un movimiento de negación con la cabeza.

"¡Ojalá pudiera contestarte, Ro-zan, pero incluso los hombres de ciencia que trabajan conmigo, apenas comprenden mis ecuaciones y fórmulas. Intentaré ser lo más claro que pueda. El planeta Krypton se puede comparar con un volcán que durante años ha dormido pacíficamente. Ahora está empezando a despertar y pronto comenzará la erupción. Si esto ocurrirá lentamente o de repente, no lo puedo decir ¡pero ocurrirá!. Y cuando pase, el grandioso planeta Krypton estallará en millones de fragmentos derretidos.

Los radiantes y profundos ojos de la demacrada faz del joven científico, mantenían fascinados a todos los miembros de la Cámara mientras añadía: "¡El tiempo es corto! ¡Os aconsejo que os preocupéis!"

Sin embargo, la fascinación duró sólo un momento. Entonces, súbitamente, un griterío de ira y protesta estalló entre la multitud. Algunos vociferaban diciendo que Jor-el había perdido la razón; otros decían que había cometido un error en sus cálculos. Estaba demasiado cansado con tanto trabajo y necesitaba reposar. En resumen, no podían ni querían creerle.

Con los brazos medio levantados, el científico se giró implorando a Ro-zan, con una trágica y casi indefensa figura.

"Hazles comprender", rogó. "¡Tú, Ro-zan, puedes hacer que me crean!"

La sonrisa de Ro-zan estaba llena de pena, hablando con una voz amable.

"Vamos, Jor-el", dijo suavemente, "seguramente has cometido un error. Seguramente"

"¡No he cometido ningún error! Ro-zan, debes creerme"

Ro-zan, con las manos levantadas, pidió silencio.

"Comprendo muy bien la fe que has debido poner en tus deducciones, Jor-el. Pero es realmente difícil creer lo que nos has contado. ¿Krypton condenado? ¿Krypton destinado a la destrucción? ¡Imposible! Tu mismo te tienes que dar cuenta de esto, en tus momentos más cuerdos".

El científico se puso tenso, como si Ro-zan le hubiera golpeado en la cara. Esperó un momento para controlarse a sí mismo y replicó: "¿Crees que estoy loco?".

Ro-zan lo negó moviendo la cabeza con lentitud y con una sonrisa de paciencia.

"No, Jor-el. No pienso eso en lo absoluto. Una mente tan noble como la tuya, no conoce la destrucción, pero seguro, amigo mío, que estás fatigado. Has trabajado duro y bien al servicio de la gente de Krypton y ahora necesitas descansar".

"Te lo digo", Jor-el empezó a hablar, pero de nuevo Ro-zan le acalló alzando las manos. Había ahora una ligera muestra de irritación en su voz.

"¡Por favor, Jor-el, este no es tu estilo! ¿Qué pasaría si tus extrañas predicciones fueran correctas? ¿Qué pasaría si tus ecuaciones científicas y tus fórmulas astronómicas fueran ciertas? ¿Qué podemos hacer? ¿A dónde podemos ir?".

Con ansia desesperada, Jor-el aprovechó la oportunidad para responder a las preguntas de Ro-zan.

"¡No he venido aquí con estas trágicas noticias", dijo apresuradamente, "sin traer conmigo una solución. Me has preguntado a dónde iríamos. Mi respuesta es -al Planeta Tierra!".

Hubo una pausa antes de que los miembros del Consejo se dieran cuenta de lo que Jor-el había dicho. Entonces, el Gran Hall estalló en carcajadas.

"¡Escuchadme!, ¡Escuchadme!" gritó Jor-el una y otra vez, pero su voz fue apagada por las estruendosas carcajadas. Incluso Ro-zan no dio golpes en la mesa para llamar al orden en esta ocasión y se giró para esconder la sonrisa que brotaba de sus labios. Sólo cuando las risas se calmaron se dirigió de nuevo a Jor-el.

"Querido amigo", dijo "¿Ves lo seguros que estamos? ¿Ves cómo necesitas descansar? No, por favor, no hables hasta que termine. Has dicho que si Krypton se destruye podemos escapar dirigiéndonos al planeta Tierra. ¿Cómo podremos vivir allí, Jor-el? Tú que has estudiado la Tierra durante años a través del gran telescopio, nos has dicho que sus habitantes son inferiores a nosotros. Hay miles de años detrás nuestro en todo, mental y físicamente. Sus ciudades no son nada en comparación con las nuestras que han existido aquí en Krypton desde hace siglos. Sus mentes están tan por debajo de nuestra capacidad, que en realidad, en comparación, es como si no tuvieran inteligencia. Y en cuanto a sus cuerpos, tú mismo has dicho que son débiles. ¡Se necesitan cien hombres de la Tierra para hacer el trabajo de un único hombre de Krypton! ¡No tienen la facultad de volar y tienen que andar a paso de tortuga por la superficie de la Tierra! ¡No pueden respirar bajo el mar!".

Ro-zan lo negó moviendo la cabeza lentamente de un lado a otro.

"¿Nos enviarías a vivir con una gente así, Jor-el? ¡No, creo que no! Es preferible la muerte a vivir con una gente de esa clase".

"He estudiado el problema con el mayor cuidado, Ro-zan", persistió Jor-el. "La atmósfera que rodea la Tierra es la única que nos puede servir. No hay ningún otro planeta al que podamos ir, ninguno".

"¡Basta!"

La voz de Ro-zan era áspera y su cara se había puesto severa.

"No me gustaría enfadarme contigo, Jor-el, pero me estás llevando más allá de lo que mi paciencia puede aguantar. El Consejo de los Cien y yo hemos oído suficiente. Lo que has contado no tiene sentido. ¡Krypton no está condenado y nunca lo estará! Estás cansado y necesitas reposo, espero que no sea más que eso. Ahora, hasta que recuperes la razón, por favor no vengas más por aquí".

De nuevo Jor-el se puso tenso y de nuevo le pareció como si Ro-zan le hubiera golpeado. Después de un momento de pausa, se giró, se paró y se encaró al Consejo.

"Me iré", dijo amargamente, "pero antes de que me vaya quiero haceros saber una cosa". Se calló, dejando vagar sus ojos sobre la asamblea. "Tengo razón, lo sé. Confío en que no será demasiado tarde. Estoy trabajando en un modelo de Nave Espacial". Una risa entre dientes recorría la audiencia, pero Jor-el no se calló. "¡Una Nave Espacial que espero que nos pueda llevar a todos a la Tierra! Continuaré con mi trabajo, porque únicamente de esta manera quizás pueda salvaros de vosotros mismos cuando llegue la tragedia. Y ahora os dejo". Ni una sola palabra se pronunció cuando Jor-el se dio media vuelta y se fue lentamente, desapareciendo de la vista de todos al atravesar el gran arco de la puerta del Gran Hall, con una trágica y maltrecha figura.

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