Las Aventuras de Superman

By George Lowther

Capitulo V

"La muerte de Eben"


LA MUERTE DE EBEN

CLARK KENT no olvidó nunca aquel día ni la noche que le siguió. Cuando el asombro por lo que había hecho disminuyó y la multitud empezó a irse y dejarle, se dirigió hacia Eben que aún estaba sentado en el banquillo de los concursantes. Clark llevaba en la mano cinco billetes de cien dólares que los jueces le habían entregado como premio y estaba ansioso por dárselos al viejo granjero, feliz pero a la vez extrañado de cómo la fortuna le había dado la oportunidad de ayudarle.

Eben Kent miró al muchacho e intentó sonreír, pero su cara estaba pálida por el dolor.

"Me he hecho algo aquí dentro", dijo titubeando y presionando la mano contra el pecho. "Será mejor que volvamos a casa".

Sosteniendo al cansado y envejecido hombre, Clark se abrió paso entre la multitud. Cinco millas o más les separaban de la casa. Habían caminado esa distancia por la mañana, pero Clark sabía que Eben no podría hacerlo ahora y se dio cuenta de ello, cuando alcanzaron la estrecha carretera que conducía a la granja de los Kent. De repente, Eben cojeó cayendo en los brazos del chico que se dio cuenta de que se había desmayado.

Clark miró a su alrededor. No había nadie a la vista. La velocidad era vital. Tenía que llegar a la granja rápidamente y avisar a un médico. No había tiempo que perder y entonces hizo lo que nunca antes había intentado. Cogió a Eben Kent en sus brazos tan fácilmente como si fuera un niño y, como un pájaro, se elevó del suelo.

Atravesando el aire, con el viejo mecido entre sus brazos, se dio cuenta de todas las posibilidades que le ofrecían sus poderes. Hasta la fecha, la curiosa habilidad de volar, de ver a través de las cosas, esa fuerza maravillosa que acababa de descubrir esa tarde, todo eso, lo había tomado como un extraño juego, no lo había considerado en serio. Pero ahora, que avanzaba velozmente por el aire, se dio cuenta de repente de que era un hombre distinto, que no era como los seres ordinarios, que era un superser. Comprendió más que todo esto. Comprendió que esos poderes milagrosos podían ser usados para algo. Si un hombre pudiera volar, si sus ojos tuvieran visión de rayos X, si poseyera la fuerza de innumerables hombres, ¿qué no podría hacer?. Todas estas cuestiones venían a su mente mientras volaba hacia su casa.

Nada mas llegar a la granja, llamó enseguida al doctor. Clark y Sarah Kent esperaban con ansiedad, mientras el doctor completaba el examen de Eben. Finalmente terminó y se reunió con ellos en el recibidor de la casa.

"¿Y bien?" preguntó Clark con ansiedad. "¿Qué ocurre, doctor?"

El médico de pelo gris, dejó su bolsa de instrumentos encima de la mesa.

"No es fácil decirte esto, Sarah, o a ti, hijo, pero el haber levantado el yunque, me temo que ha sido demasiado para el corazón de Eben, más de lo que podía soportar. Te lo podría decir en lenguaje científico, pero bien, la forma más fácil de decirlo es que ha consumido toda su energía. Francamente, no creo que pase de esta noche".

Cuando el doctor se fue, Sarah entró en la habitación donde descansaba Eben. Estuvo con él durante mucho tiempo. Cuando salió, Clark vio que había estado llorando, aunque ahora sus ojos estaban secos.

"Quiere verte", dijo.

Clark afirmó con la cabeza y entró en la habitación.

Eben estaba en la cama medio incorporado. En contraste con la blancura de la almohadas, su cara estaba demacrada por el dolor. Sonrió al entrar Clark en la habitación. Le dijo al chico que se sentara en una silla cerca de la ventana a través de la cual entraban los últimos y débiles rayos del sol.

"Papá..." empezó Clark, pero el viejo levantó la mano para que se callara.

"No hay mucho tiempo, muchacho", dijo "así que hablaré yo".

Se acomodó entre las almohadas y miró a Clark con una triste sonrisa. Por unos momentos permaneció así sin decir una palabra. Entonces empezó a hablar. Mientras hablaba, las sombras de la habitación se alargaban a medida que el sol se ocultaba tras las colinas. El cielo se llenó de brillantes colores que poco después empezaron a desvanecerese al mezclarse unos con otros, transformándose al final en una sombra gris. Y el viejo granjero seguía hablando, contándole al muchacho la historia de cómo había sido encontrado y adoptado, la época de sus primeros años, el misterio que rodeaba su vida antes de la llegada de la pequeña nave espacial a la Tierra.

"Y ahora ya lo sabes", dijo por fin. "Muchacho, tienes dentro de ti unos poderes que no tienen explicación. Eres un milagro moderno, eso es lo que eres. No me toca a mi cuestionar los caminos de Dios". Se levantó un poco sobre las almohadas. "Pero estos poderes que tienes, muchacho, permanecerán contigo tanto si los usas para el bien como para el mal".

Clark no dijo nada. Estaba sentado mirando hacia las colinas mientras las lágrimas caían de sus ojos. El viejo Eben continuó:

"Déjame guiarte, hijo, como cuando tenías diecisiete años. Hay una gran tarea para hacer en este mundo y tú puedes hacerla. Debes usar tus poderes para ayudar a la humanidad. Hay hombres en este mundo que explotan a la gente decente, ladrones, asesinos, criminales de toda especie. ¡Lucha contra esos hombres, hijo!, ¡Usa tus milagrosos poderes en su contra! Contigo al lado de la ley y el orden, el crimen, la opresión y la injusticia perecerán al final.

Clark permaneció sentado sin decir nada a medida que la habitación se oscurecía.

"Una cosa más..." La voz del viejo Eben era cada vez más débil a medida que crecía la oscuridad.

"Una cosa más. Los hombres son extraños. Creen en cosas equivocadas, dicen cosas equivocadas y hacen cosas equivocadas. No es lo que quieren hacer, pero lo hacen. Ellos no te comprenderán, muchacho. No sé decirte cómo actuarán contigo, pero sé que no será de la forma correcta". Respiró con profundidad antes de seguir.

"Así que debes ocultar tu verdadera identidad. No deben saber jamás que eres un superhombre. Tienes que ocultarte de ellos..."

Su voz se desvanecía extrañamente.

"Tienes que ocultarte de ellos..."

Clark se levantó de la silla y fue al lado de la cama y en un instante rodeó con sus brazos al viejo.

"Papá", dijo conteniendo las lágrimas.

"Escúchame, hijo". Clark apenas podía oír sus palabras y acercó su oído a la boca de Eben. "Se me ocurre ahora. Te he llamado superhombre y eso es lo que serás. Recuerda esto ¡Tú eres Superman!".

De nuevo, por segunda vez en el día, Eben Kent cayó en los brazos de Clark, pero esta vez fue la última. No hacían falta palabras ahora. Clark abandonó la habitación. Sarah Kent estaba afuera esperando y sus ojos se encontraron. Sin decir una palabra, Sarah se dirigió a la habitación de Eben y cerró la puerta tras ella.

Clark caminó hacia la puerta de entrada de la casa, la abrió y se adentró en el fresco de la noche. Las estrellas parpadeaban sobre el azul del firmamento. Empezó a andar por los campos, con el olor de la tierra y el aire húmedo sobre sus mejillas. Nunca supo cuanto o hasta donde caminó. Sólo sabía que cuando finalmente se sentó en lo alto de una solitaria colina, con nada más que el claro de Luna a su alrededor, había decidido definitivamente lo que tenía que hacer, el curso que su vida debía tomar.



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